
Ayer mismo estuve visitando el centro penitenciario de Soto del Real, ubicado en la comunidad de Madrid.
Fuimos allí mi metora, su fotógrafa, un conocido escritor y yo. El fin era conocer la nueva actividad que está llevando a cabo el teatro real, concretada en una ópera interpretada por los internos del módulo UNED y chicas del módulo 11.
Tengo que decir que el procedimiento para acceder a un centro penitenciario es, cuando menos, escabroso.
En la entrada, muestras tu DNI y a cambio te entregan una tarjeta de visitante, en el siguiente control, ubicado unos 200 metros más adelante, comprueban tus datos y retienen tu documento nacional de identidad y finalmente, si no se ponen muy pesados, accedes al interior.
Puedo decir que yo tuve suerte, accedí en dos ocasiones y apenas tuvimos problemas y eso que portaba una cámara fotográfica, un cuaderno de notas y un bolígrafo con el fin no sólo de captar instantáneas, si no de describir el ambiente que allí se masticaba.
Una vez en el interior de los módulos, el escritor que me acompañaba me presentó a los numerosos presos que componían la compañía de teatro y saqué una conclusión bastante clara:
¡Hay peor gente en mi barrio que en la cárcel!
Unos chavales encantadores, la mayoría con estudios y algunos con estudios superiores, componían el grupo de ópera.
Chicos y chicas cuyo error estaban pagando con el precio de la libertad.
Ellos bromeaban, parecía que nos conociésemos de toda la vida, reinaba el "buen rollo".
Me llamó la atención de un chico que me recomendó ingresar en prisión durante un año al son que bromeaba. Me comentó que a él, particularmente, le había venido muy bien recapacitar, y que la cárcel ponía a cada uno en su sitio.
La verdad que me hizo recapacitar pero finalmente... decidí seguir en libertad durante un tiempo.
Las risas eran costantes, la gente era fabulosa. Sobre las 12:30, empezamos a entrevistar a algunos de los componentes y del "buen rollo" pasamos directamente a la tragedia, lloros, tristeza, melancolía...
Captó mi atención el testimonio de un jóven español con la carrera de ingeniería informática finalizada, un erudito de la tecnología que según él estaba en prisión "simplemente" por prender fuego a una puerta. Me quedé perplejo cuando me dijo eso pero quise profundizar en su historia, y tras 40 minutos de charla me dijo literalmente:
- "Yo simplemente estaba enfadado con mi mujer y llamé al timbre de mi casa y no me abrió. Bajé al coche, cogí una garrafa de gasolina, rocié la puerta y prendí fuego. Y por eso me han metido aquí por intento de asesinato"
Tras esta confesión, todo me cuadró un poco mejor.
Otro testimonio que no me dejó indiferente, fue el de David, un chico de 23 años que hacía unos minutos me había recomendado que ingresase en el centro. Él literalmente me dijo:
- "Estoy aquí por pasar un barco con 5 mil kilogramos de hachis desde Marruecos hasta España. Fue fácil, me pillaron y me metieron atentado contra la salud pública"
Por lo demás, se les veía contentos y felices. Hay que decir que el centro de Soto es uno de los mejores de todo el país y los internos gozan de gimnasio, polideportivo, aulas de estudio... me recordó en cierto modo, salvando las distancias, a una universidad.
El día transcurría y decidieron mostrarnos como les había quedado la obra.
En dos palabras, im-presionante. Parecían artistas de ópera, cantaban y actuaban muy bien, nos revelaron que unos a otros se habían enseñado lo que sabían y así se había creado ese grupo tan homogéneo.
Sobre las 1:30 de la tarde abandoné el centro llevándome conmigo una clara conclusión:
- En España es posible la reinserción.
Hay determinadas personas que se arrepienten y viven en prisión como vivirían en libertad.
Para todos aquellos que no confían en que un recluso pueda de nuevo vivir en paz y armonía, les aconsejo que visiten la cárcel, si puede ser la de Soto,para que vean cómo no me equivoco. Y de paso, den recuerdos a toda la compañía de teatro.